07/enero/2017
01:37am
El misterio que
producía se acentuaba con su forma de vestir, siempre con una gabardina negra y
sus manos en los bolsillos, caminaba a paso lento con un ritmo envolvente bajo
la lluvia que empezaba a caer sin ánimos de minorar. Él daba la impresión de que
flotaba, su rostro era frío, inexpresivo o con sus expresiones muy calculadas,
su mirada que penetraba que quemaba parecía conocer lo más íntimo, su postura
de altivez que decía a quién lo miraba “Yo sé, yo puedo” producía una reacción
de defensa en cualquiera que se le acercaba.
Sin embargo muchos no
querían reconocer que él era guapo, sexy, inteligente, con gustos interesantes
y mirada seductora; que en sí era lleno de paradojas una voz con tinte de
seriedad y una risa estruendosa, postura de seguridad, engreimiento, de creer
saber más que el resto, sentirse grande y al mismo tiempo muy caprichoso y
demandar mimos como un niño; que era terco, porfiado, pero sabía escuchar, pero
prestaba atención, mostraba interés en lo demás; era un misterio. Invierno fue
su nombre.
***
Sentada en la banca de
un blanco gastado de aquel parque central que en alguna época fue muy concurrido,
y que hoy solo se oía el viento que venía de lejos contando las historias
pasadas. Respiraba absorbiéndolo todo, como si aquella brisa la llenara, le
hablara, la transformara, era un aire frío que refrescaba, le daba vida, le
daba la certeza de que este era su lugar, su tiempo. Amaba la combinación del
sol anaranjado reflejado en su banca, del frío que corría, del sonido que
emitían las hojas al caer, el olor de la tierra vieja, del cambio del ropaje en
el paisaje, todo la llenaba de paz, de armonía, de felicidad.
Su cabello caía sobre
su cara por la costumbre de mantenerla gacha, metida en uno de sus mundos
viviendo diferentes vidas, un alma vieja recolectora de vidas usadas, vidas
nuevas, vidas en ideas pero sin tener una propia, así era ella. Cuando tomaba
un respiro del mundo actual era fácil observar aquella piel besada por el sol
desde los comienzos, que contrastaba bien con aquel panorama en el que se
encontraba; producía armonía, y los pocos que paseaban se acercaban a
saludarla, a querer saber algo más, y siempre su respuesta era “no sé, no puedo”
con una sonrisa en su rostro, en ella el misterio era muy encubierto, todos
creían conocerla, y como siempre de manera muy puntual, huyendo de la lluvia
que comenzaba a caer y no tenía ánimo de menguar, se levantó de la banca y
empezó a caminar. Otoño la llamaban.
***
Jamás se habían visto y
por los rumores que les llegaban creían saber la existencia del otro, y con lo
poco que sabían decían que era todo, se creían con el derecho de hablar del
otro desde su perspectiva, desde su lugar, sin ánimos ni intenciones de
conocerse realmente, no entendían que el destino o una fuerza más grande los
presentaría
Aquel día sucedió
algo extraño, cruzaron el umbral de una puerta que los dirigió a un bucle con
el tiempo en pausa, donde todo era distinto como si ahí convergieran todas las
épocas, un lugar donde el nacer y el morir no se recuerda, un lugar donde
muchos han querido entrar pero solo se les ha permitido a pocos el paso, al
parecer sin ninguna causa aparente
Y allí estaban ellos,
por primera vez, viéndose directamente, escudriñándose; las presentaciones
estaban demás sus marcas distintivas los delataban, toda palabra, todo
pensamiento y hasta gesto se perdieron en aquel encuentro y no hallaron manera
de expresarse por un momento, por varios de ellos, por algo que parecía eterno
en un lugar como este, un lugar sin tiempo.
Al liberarse de esta
cárcel en pausa en la que ellos habían formado parte sin saber cuánto, si fue
poco, si fue mucho, si solo segundos, o siglos igual; volvieron a respirar. El recuerdo
muy presente en ellos era aquella lluvia que a él refrescaba, y de la cual ella
huía.
Me
cohíbes, siento que me inspeccionas -fue la respuesta que dio a la pregunta que
Invierno no alcanzó a formular en voz alta, y continuó- Es la primera vez que
me siento intimidada, la primera vez que me quitan el control por completo, la
primera vez que la confusión es tan palpable por la inseguridad de no saber cómo
actuar y la seguridad que tu presencia me produce, la primera vez en años que
me vuelvo a sentir niña.
Invierno lo primero que
hizo fue asentir con un gesto de “lo sé”, que a cualquiera hubiese enojado,
pero en ese momento a Otoño le agradó, le agradó sentirse comprendida, sentirse
apoyada, saberse entendida por alguien más, por él a quien había pensado
conocer.
Tu incapacidad de mostrar lo que sabes, esa sensación de
intimidación, aquel miedo que de a poco se transformó en éxtasis, todo aquello
que decías sin hablar, que intentabas ocultar, aún a sabiendas que yo lo puedo
entender por tu mirar- fue lo que Invierno alcanzó a decir antes de ser callado
a la fuerza por esos labios en los suyos- Soy tímido- fue su reproche entre
besos que Otoño le robaba y él disfrutaba.
Una vez más el ambiente
de este lugar los envolvió y por ese tiempo sin minutos se sintieron completos,
flotando, todo en ellos estaba alerta cada nervio receptaba con intensidad la
presencia del otro, muy cerca, sus pensamientos acallaron, y sólo podían sentir
con fuerza todo lo que transmitían, como una avalancha.
Dulce hormigueo, demasiadas sensaciones para poder ser
explicadas- fue el único pensamiento que como premeditado por alguien externo
se incrustó en la mente de ambos, que asintieron sabiendo que estaban en lo
correcto.
***
Ella mantenía su mirada
clavada en él, disfrutaba de cada detalle en su rostro, en sus gestos,
disfrutaba del cambio que había visto en su mirada en el momento sin tiempo, y
le intrigaba que él no era como todos describían, como ella lo imaginaba, él emanaba
calor, traía vida, le daba dicha estar a su lado.
Al abrir sus ojos que
inconscientemente o por el cansancio había cerrado la vio observándolo,
encontró que ella era lo que él sabía hace ya mucho, alguien nuevo, renacida,
con colores vivos, y un aroma diferente, sabía lo que ella pensaba, y le
agradaba ver que ella entendía de a poco quien era.
***
Él es Invierno, ella
Otoño, cualquiera al verlos podría describirlos, en realidad ya lo han hecho,
porque todos los reconocen con aquellos nombres, con aquellas posturas que han
adoptado con el tiempo.
Sin embargo él para
ella se convirtió en Verano, en alguien de quien no quería huir, en el que
podía ver la dulzura que irradiaba, la cierta inseguridad en sus certezas, el lamento
por quebrantar algún valor, la lealtad, lo honesto que es.
A sus ojos, ella es Primavera,
y se deleita en ver como esto que para él era un hecho ella lo disfruta como
nuevo, como todo en ella cambió, se alegra al saber que la certeza de conocerla
era muy cercana a la realidad, y puede ver como ella se mira en sus ojos al
intentar reconocerse.
***
Sabían que aquel lugar
los estaba sacando los mandaba a continuar. Se abrazaron con la convicción de
que ahora seguirían viéndose y sabiendo que iban a extrañarse los momentos en
los que no fuera así.
Feliz año pequeña- fue la despedida de Verano en aquel
día- un abrazo inmenso.- y cruzó el portal. Ella lo siguió.
Todo volvió a la
normalidad, la lluvia caía, los mojaba, y ambos disfrutaban de aquello, no
importaba que el resto los viera como querían, siempre que al encontrarse
puedan verse en el otro quienes son en realidad
***
Ahora solo me falta abrazarte como
para no soltarte, y ver como achinas tus ojos y tienes esa sonrisa de medio
lado al decir algo que te gusta- era lo único que en ese momento Primavera pudo
expresar en pensamiento, sabiendo que él la oía aunque los separaran muchas
vidas.